sábado, 7 de julio de 2012

¿Qué sería yo sin ti?

25 de Agosto de 1995


Querida Gabrielle:


Quería decirte simplemente que mañana vuelvo a Francia.
Simplemente quería decirte que nada ha significado más para mí durante mi estancia californiana que los pocos momentos pasados juntos en la cafetería del campus, hablando de libros, de cine, de música, y cambiando el mundo.
Simplemente quería decirte que, varias veces, me hubiera gustado ser un personaje de ficción. Porque en una novela o en una película el héroe habría sido menos torpe para hacerle comprender a la heroína que le gustaba de verdad, que disfrutaba hablando con ella y que sentía algo especial cuando la miraba. Una mezcla de dulzura, de dolor y de intensidad.
Una complicidad turbadora, una intimidad conmovedora. Algo extraño, que no había experimentado nunca antes. Algo cuya existencia ni siquiera sospechaba.
Simplemente quería decirte que una tarde, cuando la lluvia nos sorprendió en el parque y encontramos refugio en el pórtico de la biblioteca, sentí, creo que como tú, ese momento de desconcierto y atracción que, por un instante, nos perturbó. Aquel día sé qué estuvimos a punto de besarnos. No di el primer paso porque me habías hablado de ese novio , de vacaciones en Europa, a quien no podías ser infiel, y porque no quería presentarme ante tus ojos como un tipo ''como los demás'', que ligan contigo descaradamente y a menudo sin respeto.
Sé, sin embargo, que si nos hubiésemos besado, me habría vuelto con entusiasmo, pasando de la lluvia o del buen tiempo, ya que contaría un poco para ti. Sé que ese beso me hubiera acompañado a todas partes y durante mucho tiempo, como un recuerdo radiante al que aferrarme en momentos de soledad. Pero, después de todo, algunos dicen que las historias de amor más hermosas son aquellas que no han tenido tiempo de vivirse. Quizá los besos que no recibimos sean también los más intensos...
Simplemente decirte que cuando te miro, pienso en las 24 imágenes de una película. En ti, las 23 primeras imágenes son luminosas y radiantes, pero la vigésimocuarta emana una verdadera tristeza que contrasta con la luz que llevas en ti. Como una imagen subliminal, una fisura bajo el brillo : una falla que te define con mayor sinceridad que el escaparate de tus cualidades o de tus éxitos. Varia veces me he preguntado qué es lo que te ponía tan triste, varias veces he esperado que me hablaras de ello, pero nunca lo has hecho.
Simplemente decirte que te cuides mucho, que no te contamine la melaconlía. Simplemente decirte que no dejes que triunfe la vigésimocuarta imagen. Que no dejes que se imponga el demonio sobre el ángel con demasiada frecuencia.
Simplemente decirte que, a mí también, me has parecido admirable y luminosa. Pero eso te lo repiten cincuenta veces al día, lo que al fin hace de mí un tipo cualquiera.
Simplemente decirte, en fin, que no te olvidaré nunca.
                                                                                                             
                                                                                                                                  Martin.



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